domingo, 3 de noviembre de 2013

CRÓNICA DE SILES (Rípios)

    En la ladera sembrado,

de tu monte Carrascal,

eres, Siles, singular;

un pueblo privilegiado.


   Me pareces recostado,

tendido al ardiente sol,

en un  paisaje crisol

de colores enlazados.



   Por donde quiera vayamos,

muestras a los cuatro vientos,

exquisiteces sin cuento,

que, con deleite, admiramos.

 

   Ese paseo señorial,

que te da categoría,

es sin duda, yo diría,

lo mejor; no tiene igual.

 

   En las noches del estío,

el Parque de la Glorieta,

es, al final del “Legío”,

inspiración de poetas.

 
 Es delicioso sentarse,

y, en una estampa tan bella,

gusta al ente expansionarse,

contemplando las estrellas.

 
   Otro rincón singular,

la Plaza del Agua es;

donde gusta trasnochar

y a la tertulia acceder.

 
   Tertulia muy animada,

por lo que en ella se cuece,

ya que se da la pasada

que la actualidad merece.

 
  Si tu emblemática plaza

durante el día se visita,

se beberá agua fresquita

y no se hallará una raza,

porque , las ramas frondosas,

le tienen prohibido al sol

asomarse en derredor;

y, en ello, son muy celosas.

 
   A la sombra de esas ramas,

es obligado sentarse,

y, por un tiempo, olvidarse

de la vida y de sus dramas.

     * * *

   Y si de tu sierra hablamos,

para qué queremos más;

no me cansaré jamás

de proclamar sus reclamos:

 
   Calarejos, Acebeas,

Cascada del Saltador,

El Puntal de la Ajedrea

-magnífico mirador-;

 
   Puntal de Navalperal,

Navalasna, Peñalcón,

El Rayo –espectacular-

y la Era del Boquerón;

 
   La Laguna, Bucentáina,

Majada del Carretero,

La Fuente de la Sabina,

La Piedra del Agujero …

 
   Almoteja, Fuente el Tejo,

Canalica, Charco Azul,

y mucho más que me dejo,

porque grandioso eres tú.

 
   Mención especial merece

la Peña del Olivar,

ese  entorno singular,

por las delicias que ofrece.

                 * * *

   Hablando  un poco de historia,

tienes añejas murallas,

que hacen que, la mente, vaya

mas allá de la memoria,

imaginando el acoso

a que fuiste sometido,

por el rey moro, ambicioso,

Mohamad, siempre temido,

al que, el Maestre de Santiago,

que intervino en la contienda,

le hizo pasar días aciagos

y una derrota tremenda.

 
   De aquel castillo y muralla,

de tres varas de argamasa,

confundidos con las casas,

hoy solo restos se hallan;

salvo ese Cubo grandioso,

que, cual soberbio gigante,

se levanta desafiante,

como defensor celoso.

 
   El es, sin que se cuestione,

perenne símbolo tuyo.

¡Siles, nos llenas de orgullo,

y muchas son las razones!

                * * *

 Pero eso no es todo, Siles,

porque, como bien sabrás,

tú eres eso y mucho más.

Hay otras cosas sutiles

que tu carácter conforman,

que elevan tu estimación,

que a los sileños nos honran

y nos dan satisfacción.

 
   Son las cosas de tus gentes,

arraigadas con los años,

que en lo íntimo  se sienten,

y admiran propios y extraños.

 
   Simpáticas, agradables,

amenas, acogedoras,

serviciales muy amables,

y atentas a todas horas.

 
   Eso lo sabe muy bien,

el forastero que llega,

cuando comprueba el calor

que los sileños le entregan.

 
   En una bella reseña,

el buen cronista Luis Bello,

ratificó todo ello,

de esta “su villa risueña”:

 
   “En Siles –dice gozoso-,

al momento encontraría

amigos con alegría,

en un ambiente afectuoso.”

 
   “Encontramos, como norma

de este pueblo excepcional,

su gran sensibilidad

y voluntad, que le adornan.”

 
   Y sigue su comentario:

“Tiene un valle delicioso,

con aire puro, precioso,

y es un pueblo hospitalario.”

 
   Aquel cronista, leído,

estas frases escribía

de ti, mi Siles querido,

a donde llegó un buen día.

 
   Casi cien años hará,

y todo sigue vigente;

y es que, nunca cambiará

la calidad de tu gente.

 
                               Genito.

No hay comentarios:

Publicar un comentario