Andaba
despacio
mirando
la noche brillante;
luces de
neón, casi a cada paso,
iban
pregonando mil y una excelencias
de lo
mucho que devoraban mis ojos.
gastar y disfrutar,
aparentemente
ajenos a los demás
con los
que compartía la vorágine de la calle.
para
luego quedarme con los de mi entorno.
No pude
menos que lamentar
lo mal
distribuida que está la riqueza,
y sentí
rabia e impotencia en lo más profundo de mi ser.
Genito
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