Aquel caudaloso
río
que nunca se secaría,
empezó a menguar un día
hasta quedarse en riachuelo;
el agua, que alimentaba
regando tantos hogares,
se aleja de aquellos lares,
los sume en el desconsuelo.
Las plazas, en otro tiempo
solitarias por fortuna,
van llenándose una a una
de productores sedientos;
soñadores de esperanzas,
ansiando la amanecida
de una alborada de vida
que devuelva los talentos.
¡Maldita crisis, maldita!
¿Por qué atacas al más débil?
¡Al sufrido, al triste, al flébil,
al que más lo necesita!
Genito
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