miércoles, 8 de octubre de 2014

EL RELOJ DE LA TORRE DERRAMABA ... (POESÍA).


              (Silva arromanzada)

    El reloj de la torre derramaba

cadencioso las cuatro de la tarde;

guareciéndose en las tupidas sombras,

por la desnuda calle,

se movía a hurtadillas presuroso

temeroso de ser visto por alguien,

ansioso de perderse de curiosos

antes pronto que tarde.

    Una puerta se abrió con disimulo

diez metros adelante,

y a poco se tragó a nuestro furtivo,

como pez que el anzuelo se tragase.

    Solo conoce la imaginación

lo que allí se viviera aquella tarde;

¿tarde de aconteceres clandestinos?

¿tarde de fantasías inenarrables?

    Mucho en la vida es un imaginar,

un dilema constante

entre aquello que tal vez sucedió

y la verdad flagrante.

                                               Genito

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