(Silva arromanzada)
cadencioso las cuatro de la tarde;
guareciéndose en las tupidas sombras,
por la desnuda calle,
se movía a hurtadillas presuroso
temeroso de ser visto por alguien,
ansioso de perderse de curiosos
antes pronto que tarde.
Una puerta se
abrió con disimulo
diez metros adelante,
y a poco se tragó a nuestro furtivo,
como pez que el anzuelo se tragase.
Solo conoce la
imaginación
lo que allí se viviera aquella tarde;
¿tarde de aconteceres clandestinos?
¿tarde de fantasías inenarrables?
Mucho en la vida
es un imaginar,
un dilema constante
entre aquello que tal vez sucedió
y la verdad flagrante.
Genito
No hay comentarios:
Publicar un comentario