miércoles, 23 de octubre de 2013

AÑORANZAS (Relato)


            Cuando alguna vez hilvanando pensamientos recuerdo al Siles de mi niñez, no tengo por menos que reconocer nostálgicamente que han desaparecido muchos rincones y tradiciones que me hubiera gustado haber conservado para siempre.

            La devastadora piqueta del progreso para dotarnos de agua a domicilio, levantó la calle del Coso e hizo desaparecer la peculiar zanja revestida de piedra, que se deslizaba por el centro para llevar las aguas del “albercón”,  que regaban los huertos y jardines del pueblo.

            ¡Cuantas veces los chiquillos anduvimos la zanja, chapoteando en el agua o conduciendo barcos de concha de pino!

            Con el pretexto del riego, la calle Doctor Vigueras era una fiesta, el día que al agua le tocaba pasar por allí. Nuestras madres regaban la calle y aprovechaban el líquido elemento para fregar sillas y otros muebles; los chiquillos seguíamos con la “flota”, y salíamos casi siempre empapados por las escaramuzas que entablábamos, rociándonos, unas “partías” contra otras.

            Desapareció también por una lamentable decisión de la administración municipal, la fuente de dos caños y su grandioso pilar de la confluencia de las calles Mesones y Doctor Vigueras. ¡Qué lástima! Nunca debió perderse. Con un buen proyecto, para evitar que el agua que saltaba corriera por la calle, podría haber seguido allí adornando, y alegrándonos sus dos cantarines chorros.

            Algo que no debió ocurrir nunca fue tapar desde la carretera la vista de la Ermita de nuestro patrón San Roque. En mi opinión, debió permutarse el solar de la primera casa por el terreno situado a la derecha, cambiando el trazado del camino. Hoy, y por siempre, seguiríamos viendo nuestra Ermita desde allí.

            Aunque mucho, como ya he referido en alguna otra ocasión, no es arquitectónico todo lo perdido:

            ¿Qué fue de las “luminarias”? Víctima también del progreso,  prohibidas  cuando se pavimentaron las calles.

            El pueblo, encendido en las noches de La Candelaria, Santa Lucía, San Antón ó San Blas, juntaba a los vecinos alrededor de las lumbres, en cerco grande al principio y en pequeño círculo cuando las llamas extinguidas daban paso al rescoldo. Mayores y jóvenes disfrutaban con aquel ritual, y los últimos en retirarse, permanecían hasta altas horas, unidos en amigables charlas, mientras degustaban,  acompañadas de un traguillo, las “crillas” que habían estado asándose mientras tanto. Una deliciosa fragancia a romero se percibía  desde todos los rincones, inundando el ambiente sileño.
                                                                                                                                                                                                                                                                               
            Sé de ciudades que para conservar esta tradición tienen reservados lugares especialmente preparados para encender sus “luminarias”, sin miedo a que el fuego quebrante el pavimento.

            Otro recuerdo que siento haber perdido fluye a mi memoria: La plaza de toros de madera de la Plaza del Agua; y junto con el coso, añoro las sillas que ponían los vecinos atadas a los palos,  haciendo las veces de incómodas butacas; pero cuya incomodidad no notábamos enfrascados en el taurino espectáculo del que todos participábamos dentro o fuera de la arena.

            Así, suprimidas unas y reformadas mejor o peor otras, desaparecieron entonces y siguen desapareciendo hoy paños de muralla, calles angostas y otros vestigios del pasado que daban a nuestro Siles un gran encanto, para convertirlo poco  a poco en un pueblo moderno, sí, pero cada vez más carente de aquel tipismo que le distinguía.

            El corazón, conocedor de que lo moderno no es siempre lo más bello, se va entristeciendo con los recuerdos.

                                                                                              Genito.

1 comentario:

  1. ¡Qué recuerdos más bonitos! ¿Se puede sentir nostalgia de algo que no se ha vivido? Creo que me está pasando eso al leerte. Lo único que he conocido de lo que cuentas es la vista de San Roque desde la carretera.
    No sabía que había una fuente ahí al lado del horno de Picatoste. Ni lo de la zanja de la calle Coso, aunque eso me lo había figurado por algunas fotos antiguas.

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