viernes, 12 de abril de 2013

A LA LUNA (Relato)

            Siempre atareado con los papeles, es rara la noche que me voy a la cama antes de las dos.

            En estos días del verano, acostumbro a salir a la terraza a esas horas, y, de pié, con las manos apoyadas en la baranda, hago un recorrido visual por mi entorno, donde siempre encuentro los mismos tejados, patios, jardines, luces que denotan la existencia de las entrañables calles de Siles, el campanario de la iglesia, el Cubo, y, al fondo, sierra –mi Sierra de Segura-.

            Al final siempre me detengo en el cielo estrellado, donde tú,  maravillosa,  blanca y resplandeciente  luna, imperas como reina.

            Cuando te miro, tú ya llevas un buen rato mirándome, con esa cara risueña que te veo.

            Esta noche, han venido  a mi memoria recuerdos de antaño, cuando, adolescentes, bajo tu mirada inquisidora, los amigos paseábamos las calles, departiendo, compartiendo inquietudes, y contándonos nuestras cosas de las chicas que nos gustaban, que era el principal motor que nos movía, por aquellos años.

            Irremediablemente, siempre íbamos a parar a la Plaza del Agua, ya desierta a aquellas horas, donde, tranquilamente sentados, teniendo como fondo el monocorde sonido de las cantarinas aguas de su fuente –aquella fuente de los dos caños-, y siempre contigo, como testigo mudo, terminábamos la trasnochada, dándole los últimos toques a nuestros planes, -exentos de preocupaciones,  por entonces-, que volvíamos a poner en común al día siguiente.

            ¡Radiante luna! ¡Qué archivos tiene que tener tu memoria!

            Allí tendrás grabado cuando, de pequeño, dormía en la era con mi padre, y hablando contigo, te decía que espantaras a los bichos, para que no me picaran; ó cuando, años más tarde, los amigos invadimos una huerta, para hacerle una “cata” a los melones, con el natural descontento del hortelano, al día siguiente; cuando, escondiéndonos en la nocturnidad, nos bañábamos en la alberca del pingorote, porque el dueño nos “decomisaba” la ropa, si nos encontraba allí; o, cuando la noche de San Juan, nos colábamos a los jardines, escalando tapias, para coger las mejores rosas, con las que  adornar con un ramo el balcón de la chica de nuestros sueños.

            ¡Cuantos recuerdos entrañables! Y todos bajo tu escrutadora mirada.

            ¡Y cómo has influido, y sigues haciéndolo, en tantas cosas de nuestra vida cotidiana!:

            Tema has sido, muchas veces, en el teatro y en el cine; la musa de literatos, en relatos y canciones, mil veces has sido tú;  en multitudes de lienzos, con arte has sido  plasmada …

            Doctos poetas de siempre, en ti, luna, se inspiraron, y, de ese estro brotaron mil bellos versos de amor.

               Siempre eres tú confidente,

            de las caricias y besos

            que, eternos enamorados,

            a hurtadillas y en silencio,

            se prodigan mútuamente,

            amándose con fruición.


            Y otra cosa tienes, luna, que es una constante en ti: Por donde quiera que vamos, en nuestros viajes nocturnos, nos sigues por este mundo –compañera de camino-, como celoso guardián.

            Nobles y pueblo sencillo, maduros y gente joven, realistas y soñadores, artistas y trovadores, enamorados, poetas…, todos te ofrecen loor.

            ¡Oh, refulgente, blanca y nívea luna, que –ingente luminaria-, has seguido mis pasos y me has dado luz y más luz, sin pedir nada; si alguna vez me pierdo en el tumulto de una vida infeliz, desordenada, ayúdame encendiendo mi camino; que llegue con luz a mi ulterior morada!
                                                                                                          Genito
                                                                                                          16 de Julio de 2.011

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