¡Oh, dolor!
inesperadamente
llegas a nuestras vidas
traicionero;
abates nuestro espíritu,
lo llenas de desánimo
y
cundes por doquier desesperanza.
Quieres dar la sensación
a veces,
de ceder en tu empeño y dar
descanso,
pero vuelves a poco macerando.
¡Efímero espejismo que se esfuma!
El ente dolorido,
en lo más hondo
percibe tu zarpazo y se acobarda.
Impera el miedo ;
y en tal estado de ánimo,
apretada en un puño vive el alma.
Genito.
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