LOS JOVENES DE ACCION
CATÓLICA Y LA VERBENA
(Relato)
Corrían
los primeros años de los cincuenta. Bastantes jóvenes de Siles,
pertenecíamos al grupo eclesial de
Acción Católica, y hacía unos meses que, en un acto solemne, nos habían
impuesto a cada uno la insignia que nos acreditaba como integrantes de pleno
derecho de aquel grupo; lo cual nos enorgullecía.
Estaban
próximas las fiestas, y en uno de los círculos de estudio que celebrábamos cada
domingo, se planteó la cuestión de la verbena, de la que nuestro párroco estaba
totalmente en contra, por la mentalidad de aquellos años, de que bailar
“agarrao” era pecaminoso.
De
modo que, después de darnos una charla sobre las maldades del baile, acabó
diciéndonos que esperaba que los jóvenes de Acción Católica fuéramos ejemplo
para los demás y no asistiéramos a la verbena.
Tan
cerril estaba con su idea, que por aquellos días había tenido una conversación
con el Alcalde, en la que le dijo que si hacía verbena, él no celebraría ningún acto religioso y la
imagen de San Roque permanecería en la ermita sin salir en procesión.
El
Alcalde a la sazón, decidió no enfrentarse a él y elimi9nó la verbena de la
programación festiva; lo que, teniendo en cuenta que por aquellos años las
fiestas estaban constituidas por encierros, verbena y … pare usted de contar, movió al pueblo de
tal manera, que la noche del 10 u 11 de
Agosto, se levantó concentrándose en la puerta del Alcalde, al grito unánime de
¡Queremos fiestas! ¡Queremos fiestas!
Se
dijo que la Guardia Civil informó al Gobernador Civil de la situación, y este
ordenó que, con todas las consecuencias, se celebraran las fiestas como desde
siempre se había venido haciendo.
Ya
todo normalizado, se celebraron con su verbena, naturalmente, y grandes y
pequeños pasaron los días agradables a los que estaban
acostumbrados.
Los
jóvenes de Acción Católica se hartaron de bailar con las chicas de su agrado, y
… podríamos decir: “Colorín , colorado …”
Pero
no; esta historia continúa:
Pasadas
las fiestas y vueltos a la tranquilidad,
los jóvenes de Acción Católica nos dispusimos a asistir a nuestro
círculo de estudio de cada domingo, no exentos de miedo, porque esperábamos la
reprimenda de nuestro Párroco.
Efectivamente;
no era infundado nuestro miedo. Abierto el acto se dirigió a nosotros con estas
palabras, más o menos:
-“Me
habéis decepcionado. Os dije que esperaba de vosotros fuerais ejemplo para el
pueblo, y no me habéis hecho ningún caso.”
-“Considero que no sois dignos de
portar esa insignia que lleváis en la solapa, y, por tanto, os pido que os la
quitéis.”
Obedientes,
uno a uno nos fuimos quitando aquel símbolo que tan preciado era para nosotros.
De
pronto, se dirige a mí y me dice: -“Tú no te la quites Genito, porque he sabido
que has sido el único de todos vosotros que no ha bailado. Sigues mereciendo
llevarla.”
Y
yo, que no estaba de acuerdo con aquello, contesté: -“No he bailado porque no
sé (siempre he sido malísimo para el baile),
pero mi forma de pensar es la misma que la de mis compañeros.”
-“¡Ah,
sí? ¡Pues fuera la insignia! …Y me la
quité.
Genito
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