Años llevo
buscándote , Señor
-cual Diógenes, con lámpara encendida-,
por todos los rincones de mi vida,
sin que ceje ni un día en mi labor;
que no es mi entrega muy comprometida,
y que esa es la razón
en gran medida
de que te ocultes en
mi derredor.
¿Cómo podría amarte de tal modo
que fueran fuego mis deseos de entrega?
y nuevamente en ello
pongo todo.
¡Que consiga los frutos de esta briega!
Genito.
Como
en todos los poemas místicos se da más importancia al sentimiento que a la
forma.
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