Noche profunda;
desde mi atalaya
muestra el firmamento un manto de sombra.
El cielo estrellado, el silencio oscuro,
envuelven mi alma.
Entre los tejados
se intuye una calle
repleta de luces.
Murmullos de voces de gente que pasa,
alteran la calma.
Y vuelve el silencio
y la paz me embarga.
Cien interrogantes
golpean mis sienes:
Ese cielo inmenso, siempre en movimiento,
precioso y preciso, ¿existe sin más;
o fue un ser supremo, científico exacto,
Dios omnipotente, su origen primero?
Una y otra vez, la
duda me asalta;
resbala mi mente en mar de dilemas
que quieren ahogarme.
¡Si, como dijeras
allá en Tiberiades:
-“Tienes poca fe”, Señor yo te oyera …!
Genito
plazalagua, eres genial.
ResponderEliminarGracias amigo; la poesía me apasiona.
EliminarHe dicho amigo, pero ahora pienso que me creo saber quién eres, querida amiga.
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