Aquella poesía la he cambiado casi completamente y hoy os la ofrezco. Las voy a conservar las dos, aunque esta me gusta más.
Cruda mañana de
sol,
se congelan las palabras,
un ajetreo que es vida
inunda calles y plazas.
Salen los aceituneros,
héroes fornidos, de casta,
manos curtidas de vientos,
mil pesares a la espalda.
La tarde del día anterior,
-quijotes con arrogancia-,
se prepararon al duelo
cual si velaran sus armas;
y ahora en el amanecer,
insensibles a la escarcha,
surcan caminos helados,
blancos de la madrugada.
Al llegar al
olivar,
mar de troncos, mar de ramas,
como valientes soldados
el armamento preparan,
listos para la pelea
que enseguida les aguarda,
contra gigantes preñados
de aceitunas y esperanzas.
… Y se entabla la batalla
sin ferocidad, sin saña;
en el fragor de la lucha,
del árbol su sangre mana,
sangre de color morado
que luego será dorada;
paradojas de una guerra
tan real y tan extraña.
Cuando se apaga la
tarde
el campo se queda en calma,
los bravos aceituneros
vuelven al tajo la espalda,
en los olivos se escuchan
grillos herreros que cantan;
y mientras, la luna llena
cual una novia, sin mancha,
llena la noche de luz
con sus destellos de plata.
Genito.
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