Aquel incipiente
fuego
avivó como una hoguera,
y encendió sus corazones
radiantes cual luna llena.
Pasó el tiempo, y
esa dicha,
jardín de belleza extrema,
como en un rojo crisol
los fundió en sublime entrega.
Mas se adueñó la
costumbre
de su vida placentera,
le faltaron los cuidados
y el vergel crio maleza.
Aquel idílico nido
va perdiendo su belleza;
una odiosa tentación
-siempre acechando a la espera-,
toma forma de mujer,
los cimientos tambalea,
y el aire llena de dudas
que somete a dura prueba.
¿Lograrán vencer
el miedo
que con saña los golpea,
mientras crecen entre
rosas,
intrusas las malas hierbas?
Genito
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