domingo, 18 de marzo de 2018

SILES; SUS RINCONES. (POESÍA)


Por donde quiera vayas
de nuestro Siles, 
la vista se ilumina,
cual dos candiles:

En su hermoso pasëo, 
que nadie iguala,
sus plátanos hermosos
sombra regalan;
y, en los de primavera
días tranquilos,
lejos del gran bullicio
de los festivos,
en uno de sus bancos
gusta sentarse,
a meditar tranquilo, 
hasta cansarse.
*
De su sin par Glorieta,
-una delicia-
si no menciono el parque,
no hago justicia.
Si este rincón de Siles
decides ver,
y te echas en la hierba
al atardecer,
pasarás unos ratos
encantadores,
que agradecerá el alma,
de mil amores.
Las noches del verano, 
dando un paseo,
pasando por la plaza
o en un rodeo,
puedes llegar al banco 
que la remata,
y sentarte sin prisa, 
que es cosa grata.
Allí cambia el ambiente,
hace “fresquito”
y, si miras al cielo,
es muy bonito
contemplarlo con calma,
todo estrellado;
más aún, si te sientes
enamorado.

Un coso muy antiguo,
hoy es su plaza,
con una fuente en medio
que la realza;
si te paras, mirando
desde tu banco,
cadenciosos, constantes,
sus chorros blancos,
con el son de su agua
que no termina,
notarás relajarte.
¡Qué vitamina!
*
También, en el verano
es estupendo
bajar hasta San Roque,
anocheciendo.
Su plaza, hierba y piedra, 
antigua era,
con su pilar en medio,
-¡quién se metiera!-
nos invita a sentarnos 
-grato descanso-,
y pasar allí un tiempo:
De paz remanso.

La ermita de San Roque, 
que allí se halla, 
nos custodia la imagen,
-querida talla-,
del Patrón de este Siles, 
que, muy devoto, 
le da culto, venera
y hace sus votos.
*
Si corriendo las calles 
por aquel lado, 
a la Plaza del Agua 
llegas cansado, 
toma asiento y descansa,
que bien te viene.
Sus árboles frondosos
¡qué sombras tienen!

Del verano en las noches,
gusta asomarse
por esta maja plaza
a expansionarse;
son en ella un ritual 
muy cotidiano, 
las reuniones de amigos;
de tertulianos.
*
¿Y de su historia viva,
qué contaría?
A mis recuerdos vienen
cuantiosos días,
porque ella fue escenario,
-testigo mudo-
de mil aconteceres
que en ella hubo:

La plaza de los toros,
-¡qué chula era!-,
allí se construía 
toda en madera.
Corríamos los encierros
con bravas reses, 
no faltando accidentes
bastantes veces.
Después de los encierros
se las soltaba, 
y, los valientes mozos, 
las toreaban …
o, corrían huyendo
cuanto podían
y al pilar de la fuente
se zambullían.
*
Recuerdo un matrimonio
de aneadores,
que allí se colocaba
con sus labores;
y los niños pasaban
ratos cuantiosos,
viéndoles con las sillas
tan afanosos.

También era escenario
de alpargateros,
que, a lomos de sus bancos,
con gran esmero
preparaban mil suelas,
aguja en mano,
de aquellos alpargates
que nos poníamos.

Y del Hermano Juan
y su posada
se contarían mil cosas
que allí pasaban,
de tantos personajes
que cobijaba:
el arriero, el lotero,
el que afilaba;
colchoneros, traperos,
y el que arreglaba
los lebrillos, las orzas ...
¡Los enlañaba!;

el que vendía especias
y el que gritaba:
¡Queso manchegooo!
Una gozada.
*
Recorriendo las calles
del casco viejo,
recoletas, angostas,
con su gracejo,
muchos interrogantes 
nos trae la mente,
del modo de vivir
de nuestra gente.
Allí nos encontramos
vestigios bellos
que el tiempo ha conservado.
¡Unicos ellos!

Nuestra Iglesia, con su arco;
la Tercia, el Cubo,
en los que en la Edad Media
sus gestas hubo;
y de allí a pocos metros
es bella escena,
ese arco tan sileño
de la Malena.
*
Muchos rincones dejo
de nuestras calles,
aunque creo que he mentado
los principales;
forastero querido
visitanós;
Siles te está esperando.
¡Será un honor!

Genito.
18 de Marzo de 2018.






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