-por ese mar de nubes terciopelo-,
un pececillo nada ensimismado,
soñando tras la playa ver el cielo.
Ese cielo que ya tiene ganado
con la ternura de su corta edad;
su sonrisa estorbaba en aquel medio
y quiso eliminarla la maldad.
Desde su ahora lugar de privilegio,
siempre encendido brillará un lucero,
alumbrando futuros de esperanza
que harán nuestro camino llevadero.
Genito
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