Del perfumado
rincón
de aquel jardín de fragancias,
destacaba aquella rosa
vigorosa y encarnada,
que, radiante presumía
sin pensar en el mañana.
Yo, de su brillo
prendado,
fascinado la miraba
imaginando ¡qué iluso!
verla siempre tan lozana.
Pero el mañana
llegó
a la flor que yo adoraba,
y sus pétalos de fuego,
sus carnes tan delicadas,
se ajaron dejando paso
a aquella criatura vana,
que al contemplarla mis ojos
derramaron una lágrima.
Efímera vida
que estimula al
alma
a valorar
más
lo que nunca
pasa.
Genito.
Linda poesia Plaza, saludos
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