Soneto
Luchando contra la fuerza del viento,
remaba con
vigor, casi extenuado;
te vi andar
sobre el agua, allí, a mi lado,
y me turbó
de miedo aquel portento.
Fueron tus dulces palabras de aliento
alivio
eficaz, consuelo sagrado.
Subiste a
aquella barca, y tu dictado
hizo al
viento volverse suave, lento.
¡Acércate Jesús, vuelve a mi vida,
ven a mi
barca, no pases de largo!
¡Que siempre
arda la llama en mi existencia;
que la luz
que en mi alma está encendida,
no oscurezca
sumida en un letargo,
ni los
vientos la apaguen por tu ausencia!
Genito
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