(Silva arromanzada)
dulces pájaros cantan,
el astro sol se intuye.
Despertando, mi alma
-que vive colmada de afanes
mil-,
agradeciendo empieza la
mañana;
retoma los quehaceres,
decidida se los echa a la espalda.
(En bien pocos momentos
no serán su compaña.)
Al final de las horas,
a la caída de la tarde
ansiada,
aparcaré expedientes,
tal vez cansado volveré a mi
casa,
compartiré desvelos,
conviviré esperanzas …
Cuando todo se apague,
es seguro que …
volveré a dar gracias.
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