(Romance)
en
la fuente de la plaza,
tú
llenabas agua clara,
yo
te dije dos palabras.
Luego me diste a beber
y
se fundieron dos almas;
así
comenzó el tormento,
allí
se acabó la calma.
Cual ladrones, a escondidas,
alta
ya la madrugada,
dos
seres, almas gemelas,
con
ciega pasión se amaban.
De aquel vivir sin vivir
que
en la locura rayaba,
nos
escapamos un día,
buscando
un sol que brillara.
Nos ignoraron tus padres,
heridos
en sus entrañas;
corazones
como yunques,
cerrados
a la esperanza.
El amor nos dio dos soles,
reyes
de nuestra morada,
y
ellos fundieron el hielo
que
en el ambiente pesaba.
A aquel muro inexpugnable,
lo
doblegó la templanza,
y
aquella frialdad de hierro
se
hizo mesura y bonanza.
Hoy transcurridos los años,
viendo
feliz nuestra casa,
bendecimos
el encuentro
en
la fuente de la plaza.
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