Recuerdo aquellos dulces años
de mi niñez irresponsable
-no ésta por escaso interés,
sino por cándida ignorancia
de la importancia de las cosas-,
en los que, nada más salir
de la escuela de Don José,
mi preclaro y querido maestro,
tomaba en casa el bocadillo
ansiado y, sin parar, corriendo,
volaba hasta el rincón preciado
de la crucial calle Somera.
(Yo siempre caminé corriendo;
las señales de mis rodillas
dan fe de aquellas galopadas).
Tranquilo por
naturaleza,
de peleas y otras trifulcas
siempre más bien anduve lejos,
por lo que algún burdo aguafiestas
engreído en su pedestal
particular, creía dar
miedo, cual iluso ignorante.
Una tarde que
jugábamos
holgados varios compañeros,
se presentó el creído intruso
haciendo de las suyas, y otro
yo, saliéndose de su armario,
con valor le bajó los humos.
Nos hicimos buenos amigos
y él ya no volvió a ser igual.
Y es que un buen escarmiento
a tiempo,
suele desfacer los entuertos.
Poema emulando el estilo de José
María Valverde (Valencia de Alcántara, 1.926 – Barcelona 1.996), en el suyo ”El
principio” (año 1.976). Como éste, está compuesto de un número indeterminados
de versos eneasílabos, sin rima, sin llamativas figuras y utilizando un lenguaje coloquial.
Es un relato real de mi vida, en
el que he querido plasmar la candidez de la niñez, y la pelea que tuve con mi después buen amigo …, tras la cual comprendió que los demás “no éramos
mancos”, y se corrigió.
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