domingo, 26 de agosto de 2018

HOLA PACO; QUERIDO AMIGO.


¡Hola, Paco; querido amigo!

Te escribo estas letras, para recordar contigo algunas de las cosas que hemos compartido, a lo largo de nuestros años.

Pero lo primero que voy a hacer es regañarte, porque nos has dejado cuando yo no lo esperaba. Hacía muy pocos días que le había preguntado a Amanda por ti; me dijo que andabas regular y le dije que iba a sacar un rato para venir a pasarlo contigo. Pero no me has dado tiempo. Esa mañana del día 22, recibí un fuerte impacto, cuando supe tu inesperado adios.

Ya no volveremos a jugar al ping pong, que tan bien se te daba; y en el que me ganabas casi siempre, por mucho interés que yo pusiera.

Con irte, has perdido la oportunidad de ir a entrenar con el Sevilla Atlético, que te llamó cuando estábamos en Sevilla en la “mili”, y que desaprovechaste entonces, porque a aquella “quinta” nos dieron cinco meses de permiso, y ¡cualquiera los perdía!.  Claro, que si hubieras ido a entrenar entonces,  tal vez habría cambiado el curso de tu vida y no te habrías  casado con Amanda, de la que te enamoraste locamente, y que tan feliz ha hecho tu vida; ni habrías tenido esos dos soles que son tus hijas.

Siempre fuiste mejor delantero que portero yo; y es que eras muy bueno con el balón en los pies. Precisamente hace unos días -se ha llevado poco contigo-, ha ocupado su sitio en el cielo, aquel otro jugador cerebral, compañero tuyo, que era Salva, mi hermano.

En el ping pong, en el futbol, como herrero, como persona, como amigo …, siempre fuiste muy bueno en todo.

Tampoco  volveremos ya a juntarnos todas las noches, con Pedro y Santiago, después de despedirnos de nuestras chicas queridas (los cuatro nos casamos con las que salíamos entonces), para dar una vuelta, pasando por sus puertas, y terminar sentados en aquel nuestro banco de piedra de la Plaza del Agua, con el tono cantarín de los chorros de su fuente, como monorrítmico fondo; donde echábamos las últimas parrafadas y nos contábamos nuestros planes para el futuro inmediato.

Nos has dicho adios,  Paco, y ya estás con Cristo. Guárdame un lado para que, si a El le parece, cuando yo vaya volvamos a sentarnos uno al lado del otro, como en la Plaza del Agua, para gozar juntos de su presencia.

Un fuerte abrazo, querido amigo.
                                                                                           Genito.